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Por: Complejo arqueológico El Brujo
El turismo rural comunitario en el Perú es una forma de viajar que conecta a los visitantes con comunidades locales, permitiéndoles vivir experiencias auténticas y enriquecedoras. Más allá de recorrer atractivos turísticos, este tipo de turismo invita a conocer nuestra diversidad cultural y, al mismo tiempo, impulsa el desarrollo sostenible de las comunidades.
Al participar, contribuyes a preservar la identidad cultural, valorar las tradiciones y transmitir un legado vivo. A continuación, te presentamos cinco destinos de turismo rural comunitario ordenados de norte a sur, donde podrás conocer experiencias que transforman tanto a los viajeros como a quienes los reciben.
La Reserva de Chaparrí es un destino de turismo sostenible en los bosques secos de Lambayeque. Alberga especies endémicas y en peligro como el oso de anteojos, la pava aliblanca y el guanaco, el pitajo de Tumbes y el cóndor andino, además de ser ideal para el avistamiento de aves. La comunidad local gestiona la reserva, ofreciendo hospitalidad a los viajeros.
Durante la visita se pueden recorrer senderos guiados hacia miradores, biohuertos y zonas de conservación, además de participar en rituales chamánicos y conocer la vida silvestre.
El complejo arqueológico El Brujo es uno de los destinos más importantes del norte del Perú. Aquí, la Fundación Wiese trabaja junto con las comunidades de Magdalena de Cao para integrar el patrimonio cultural con el desarrollo local.
Gracias a estas acciones:

En las faldas del Parque Nacional Huascarán se encuentra la comunidad de Acopalca, un destino de turismo comunitario rodeado de paisajes andinos que invitan a la aventura y la conexión cultural. Desde aquí es posible realizar caminatas hacia la laguna Purhuay y la catarata María Jiray, mientras compartes con los pobladores sus costumbres, tradiciones y gastronomía típica.
La visita puede incluir paseos en bote o kayak, trekking Ñaupa Marca y actividades en biohuertos. Con servicios de alojamiento, alimentación y guías turísticos, Acopalca es una excelente opción para disfrutar de la naturaleza de Áncash en una experiencia cercana con la comunidad.
Otro destino destacado de turismo rural comunitario es la comunidad de Misminay, situada a poco más de una hora de la ciudad del Cusco. Allí, la comunidad comparte con los visitantes sus costumbres y tradiciones, invitándolos a vivirlas de manera directa.
Durante la estadía, los viajeros pueden participar en danzas típicas junto a sus anfitriones, sumarse a las faenas agrícolas y conocer de cerca la labor de los artesanos locales. También descubrirán la cosmovisión andina y el significado que las estrellas tienen en la zona. Además, pueden realizar caminatas hacia el laboratorio agrícola de Moray y las salineras de Maras.

En las orillas del lago Titicaca, se encuentra la comunidad aymara de Luquina Chico. Sus habitantes te invitan a compartir su vida cotidiana, desde la pesca artesanal hasta las faenas de agricultura en sus chacras.
Aquí puedes pasear en bote, observar el avistamiento de aves, entre otras actividades para mantener el contacto con la naturaleza.
El turismo rural comunitario en el Perú es mucho más que viajar: es aprender, compartir y generar un impacto positivo. Estos cinco destinos son una muestra de cómo las comunidades se convierten en anfitrionas de experiencias memorables, donde la cultura y la naturaleza se disfrutan de manera responsable.